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A sus 28 años, Valeria Selinger, graduada de la UNLPam, es el ejemplo de que se puede desarrollar una carrera profesional en el extranjero. En su caso, aplicando en los tambos de Australia la formación adquirida en nuestra Universidad. Nacida en Santa Rosa, la joven se se recibió de ingeniera agrónoma en 2015 y concretó una experiencia que sigue sumando desafíos día a día.

Como ella misma relató, su actual labor es la continuidad de una vocación que nunca puso en duda: “Siempre me gustaron las Ciencias Naturales y estar en contacto con la naturaleza. Por ese motivo, vi la Agronomía como una buena opción y con especialidades muy interesantes dentro de la carrera. Ello me permitiría aprender y especializarme en muchas cosas, no solo en cultivos sino también en suelos y en animales”.

Agregó que tiene “muy buenos recuerdos” de su paso por la Universidad, principalmente en relación a los vínculos establecidos con sus pares y docentes. “Lo que más me estimuló durante mi carrera fue la idea de poder tener un trabajo de lo que me gustaba hacer, independizarme y salir a conocer el mundo. Es lo que estoy haciendo ahora”, aseguró.

En relación a sus intereses particulares, Valeria comentó que siempre le agradó el área de lechería y nutrición animal. Por esa razón, en paralelo a su formación académica cursó seminarios específicos sobre estos temas y realizó pasantías en la Fundación Spinetto.

Un sueño que se concreta

La idea de insertarse laboralmente en otro país siempre estuvo presente en la joven santarroseña. “Antes de Australia siempre había soñado con ir Nueva Zelanda, pero sacar la visa laboral era más complicado. Por eso, después de tres años de intentos fallidos decidí irme igual con una visa de turista para luego poder conseguir la de trabajo”, contó. “Me dieron sponsor en un tambo y estuve en ese país un año. Sin embargo, como no siempre sale todo como planeamos, también recolecté kiwis, trabajé en cafés, como jardinera y cuidé niños”, continuó.

El siguiente viaje la llevó a su destino actual, Australia, donde las circunstancias fueron más sencillas. “Rendí el examen de inglés y apliqué. La verdad que ya con un poco más de experiencia en ese mundo, este país me resultó mucho más fácil en cuanto a lo laboral”, explicó. Durante tres meses realizó tareas en Tasmania, en un tambo de 1500 vacas. Al poco tiempo se trasladó a otro establecimiento del mismo tipo a tres horas de Melbourne, donde estuvo durante cinco meses. Su último trabajo fue en una exportadora de fardos en la costa oeste.

Sobre las actividades específicas que realiza, Valeria narró: “A veces me ha tocado arrancar el ordeñe sola a las 5 de la mañana, buscar las vacas y prender todas las maquinarias. En el último tambo donde estuve, ordeñábamos un promedio 200 vacas por hora. En época de pariciones soy la encargada de la crianza de las terneras, las busco en el campo, identifico a la madre y las criamos de forma colectiva en un galpón en corrales, con diferentes sistemas de alimentación”.

Sus propias inquietudes y deseos de progresar han sido un soporte fundamental en la vida de esta ingeniera agrónoma. Aunque afirmó que la Universidad le brindó diferentes herramientas para su desempeño laboral, aseguró que fue su propia iniciativa la que la impulsó a avanzar. Reconoció que la experiencia diaria es fundamental y que su propia curiosidad y lectura constante han sido un gran soporte en su trabajo.

En relación a sus planes laborales a mediano y largo plazo, comentó que se propuso “aplicar a la residencia”, para lo cual necesita al menos tres años más de trabajo de campo. Experimentar en el rubro suelos es otro de sus objetivos.

Una forma de vida diferente

Aunque la cultura y costumbres australianas le resultaron diferentes a las argentinas, Valeria Selinger resaltó algunos aspectos positivos sobre su vida en ese país: “Es destacable la calidad de vida y estabilidad económica. Los sueldos son buenos y el dinero rinde para todo. Además, hay mucha seguridad y se puede caminar con tranquilidad en cualquier horario”. Admitió, sí, que extraña las reuniones de los domingos con su familia.

Los días en que no trabaja aprovecha para recorrer diversos lugares de la zona, así como otros pueblos vecinos. “Siempre hay algo nuevo por descubrir y eso es lo que me mantiene firme. Me gusta ir a visitar un lugar o sentarte en un pub donde no me conoce nadie, donde se habla otra lengua y puedo experimentar nuevos sabores en un plato”, dijo.

María Soledad García
Comunicadora social